Manejo nutricional del niño y el adolescente obeso

Ago 15, 2005 | Artículos completos

Lic. Zulema Zarzalejo. S M.Sc. en Nutrición

Centro de Atención Nutricional Infantil Antímano (CANIA)

El actual interés por la problemática de la obesidad infantil, es generado por el alarmante incremento en los últimos años en su prevalencia a escala mundial, inclusive en Latinoamérica. La gran preocupación es debida a los riesgos de salud que esta patología trae consigo y al mayor riesgo de obesidad en el adulto joven con sus respectivas consecuencias de salud: diabetes temprana, hipertensión arterial, enfermedad coronaria y muerte temprana.

En países como el nuestro con una situación política, social y económica en donde la resolución de la desnutrición es prioritaria, la obesidad no debería requerir una mayor atención. Sin embargo, esto no puede ser contemplado de esta forma, ya que es conocido que en las sociedades con deficiencia nutricional, se presenta posteriormente una mayor predisposición a la obesidad abdominal y un elevado riesgo de padecer enfermedades crónicas del adulto.

Debido a esto, es que en la última década, organismos dedicados al estudio de la obesidad coinciden en lo siguiente:

  1. La epidemia de la obesidad ocurre con mayor frecuencia en niños
  2. Es preferible prevenir la obesidad que tratarla
  3. Es necesario buscar formas de prevenir y tratar de manera efectiva la obesidad en el niño y en el adolescente.

Para el manejo de esta patología resulta ideal un abordaje interdisciplinario que incluya al grupo familiar del paciente y se considere su entorno social y económico.

Los efectos del tratamiento deberán ser planteados a largo plazo debido a que los cambios de la dinámica familiar, hábitos, costumbres y creencias requieren de tiempo.

Es indispensable que desde el inicio del tratamiento, la familia adquiera conciencia de la enfermedad, por lo general los padres o cuidadores también son obesos y por lo tanto necesitan conocer el riesgo de salud que tienen. Además, los padres obesos modelan para el niño, hábitos y conductas de alimentación que favorecen el consumo energético aumentado.

El esquema de atención debería incluir además de las consultas individuales, consultas grupales. La consulta individual implica una evaluación nutricional integral, social y psicológica con el objetivo de obtener un diagnóstico y un plan de intervención.

Es fundamental realizar una evaluación dietética estructurada para identificar cuál y en qué aspecto de las variables: hábitos y conductas de alimentación, ocurren las alteraciones que influyen en el apetito del paciente y que definitivamente determina su alta ingesta energética.

Esto quiere decir que se necesita conocer cómo se alimenta el niño y su familia (hábitos de alimentación): aporte de energía y nutrientes de la ingesta, frecuencia de consumo de los diferentes grupos de alimentos, además de aquellos con alta densidad calórica y de escaso valor nutricional. Obtener información acerca de los rechazos y las preferencias alimentarias, sin dejar a un lado los antecedentes de alimentación: prácticas de lactancia, dilución de fórmulas lácteas e incorporación de la alimentación complementaria, entre otros.

Igualmente se deben explorar las conductas de alimentación a fin de obtener aquellos datos relacionados con la forma como el niño y su familia se alimentan: horarios establecidos, intervalos entre una y otra comida, lugar y tiempo destinado a comer, además de investigar cuál es la actitud del niño hacia la alimentación y cómo se relacionan el cuidador y el niño con la alimentación.

Con esta información es posible detectar lo inadecuado en los hábitos y las conductas de alimentación y dirigir específicamente las correcciones necesarias.

Es esencial la elaboración del plan de alimentación calculado en forma individual y que los padres o cuidadores sean entrenados en ejecutar dicho plan y en adaptarlo al resto del grupo familiar.

La consulta grupal debe contar con el mismo equipo de especialistas: Pediatra Nutrólogo, Nutricionista, Psicólogo y Trabajador Social. Según lo detectado en la evaluación inicial, el equipo interdisciplinario debe considerar el contenido y los objetivos a intervenir en estas actividades de grupo, las cuales pudieran ser: la toma de conciencia de la enfermedad, la modificación de hábitos y conductas de alimentación inadecuadas (rechazos, preferencias, consumo elevado de chucherías, entre otros) y la promoción de la actividad física. Su finalidad es la de trabajar con las inquietudes que planteen los participantes manteniendo siempre los objetivos previamente determinados.

El trabajo grupal es de vital importancia dentro del manejo de la obesidad en la población pediátrica, debido a que es en el desarrollo de la misma, en donde los especialistas tienen la posibilidad de conocer con mayor profundidad las dificultades que las familias enfrentan para realizar los cambios esperados. A este nivel, es posible ofrecerles herramientas y alternativas específicas que faciliten los procesos de cambio en la dinámica familiar y por lo tanto, en los hábitos y las conductas de alimentación.

El fenómeno de la obesidad por su complejidad, obliga a un trabajo interdisciplinario y grupal si se aspira al éxito en la intervención. El enfoque debe abarcar todos los aspectos involucrados en la génesis de esta enfermedad, con objetivos y metas muy definidos, adaptados a la realidad de la población que se atiende. Se trata de instaurar hábitos de alimentación en el grupo familiar y estilos de vida que permitan el equilibrio constante entre la ingesta y el gasto calórico y que corrija y prevenga las alteraciones metabólicas.